lunes, mayo 16, 2005

Relatos: "La llamada"

"De tez morena, ojos color caoba, pequeños e impenetrables, miran más allá del libro que tiene entre sus manos. Fino bigote que apenas deja ver los grandes dientes encalados, el habano no lejos de sus labios, descansa en el cenicero. La habitación permanece cerrada como siempre que Red Maroon se dedica a sus libros. Hobby que le viene de infancia y en el que ha invertido importantes cantidades de dinero y no pocos años de estudio. El sillón Inglés sobre el que se sienta es una de sus últimas adquisiciones, del siglo XIX y perteneciente a la reina Isabel I. La mesilla y la lámpara imprescindibles para una buena lectura y el vaso de wisky, por si el sueño le vence. Cosa extraña esta última pues hace mucho tiempo que no logra dormir ni un sólo minuto. Quizás es la edad piensa, pero no podrías estar mejor a sus 50 años recién cumplidos, ni un joven de 20 le arrebataría su arma en plena pelea. Es por eso que le cuesta concentrarse en la lectura y vaga por las calles de madrugada en busca del refugio del alcohol.

Tanto los libros como las borracheras, han sido sus únicos compañeros estos 10 últimos años, noche tras noche y día tras día. Recuerda que estuvo casado y que luego todo se volvió inerte. Recuerda sus besos, recuerda su pelo, recuerda sus senos, cree incluso recordar su nombre, Helen, o algo parecido, pero el alcohol cada vez más le abstrae de todos sus recuerdos. Bueno, no de todos, algunos los siente como si hubieran ocurrido ayer. Recuerda fielmente sus últimas palabras,

-- "No me hagas esto Red" --, fueron estas,
justo antes de que se precipitara por la ventana del piso que ambos compartían desde hacía más de 20 años en la calle Frimberg. No olvidará la sonrisa en su rostro al caer, es lo que lo mantiene en ese estado de autocomplaciente dejadez.

Por fin deja el libro sobre la mesilla, necesita su dosis nocturna y se prepara a tomar la calle para ello. Coge el sombrero y la gabardina, no quiere que el frio le sorprenda, si ya inconsciente, se duerme en un banco de la ciudad. Las 3 de la mañana y suena el teléfono,
-- malas noticias, seguro-- , piensa,
pero ya no tiene nada que perder, así que se dirige al teléfono arrastrando los pies cansados. Deja sonar otra vez aquel insufrible sonido metálico y levanta el auricular.

Un destello pasa por su mente, acaba de ver a su mujer caer de nuevo por la ventana, acaba de verla pronunciar aquellas últimas palabras. Se le eriza la piel y un fuerte latigazo le sacude la espalda, se deja caer abatido en el sillón victoriano.
-- Ya pasó --, se dice a si mismo, -- ya pasó --.
Aún mantiene el teléfono en la mano, agarrándolo con el puño totalmente crispado. Consigue relajar el brazo entero y se acuerda de que aún no ha respondido.
-- ¿Diga? -- cuenta los segundos mentalmente, mientras espera contestación: 1, 2, 3, 4, 5...

-- ¿Quién es? -- 20, 21, 22, 23, 24...

-- ¿Hay alguien ahí? -- el chisporroteo de la estática acompaña al silencio, 40, 41, 42, 43, 44...

-- ¿Oiga? -- nadie responde, ni un ruido, 55, 56, 57, 58, 59,...

-- Soy yo -- responde alguien al otro lado.

Apenas reconoce la voz, comienza a sangrar por la nariz, los oídos se le taponan. La sangre le resbala también por las orejas. De repente comienza a perderse en una serie de fuertes convulsiones que le rompen el cuello y la columna, mientras el sillón se cubre de un color rojizo grumoso. En un último estertor y al mismo tiempo que el teléfono le resbala de la mano rompiéndose contra el suelo, pierde lo que le restaba de vida.

...bip, bip, bip, bip, bip..."



(Fundido en negro y FIN)